Recomendación (sinverguenzas)

Musa de ideas y sensaciones revolucionarias, la muchacha de la foto no tiene segundo nombre. Herencia de genes, elección de amores. "Experiencia" es una ruleta, le dije. Le gustó.; y yo ya no me aventuro al dildo de pensar, sin contar con Ella.

Silencio. Solo dos o tres cucarachas rompen la quietud típica de esa hora en que ni luz, ni oscuridad son enteras, completamente. Podría pensarse que la noche le gana terreno al día. No. Desconfío de tan fácil explicación. Digamos, por ejemplo, que se mezclan, luz y oscuridad, admiradas de sí mismas, y de la otra. Trenzan un aire de puro vacío, vacío contenido. Los ojos se acostumbran. Todo-siempre-se-acostumbra.

El ruido de la cerradura expulsa con exacta orientación a las cucarachas a su sitio. “Ella” entra a su casa. Es linda y luminosa; ella y la casa. Pero el ocaso no trae luz plena, sino más bien esa penumbra irresuelta, de vacío contenido. Nuestra “ella” entra cargada de día. Pesada de día. Entra como arrojada desde el corazón mismo del afuera-día. Del vaho sofocante de ese afuera lleno de coches, jefes, colas de espera y dinero.

Casi con solemnidad, ella deja, uno-a-uno, sus paquetes en la mesa. Va al baño: nunca como el propio. Sentada se saca zapatillas y remera empapada en sudor. Piensa entonces, con un cigarrillo de recreo, en los planes del fin de semana, en el computador roto, en las infinitas tareas pendientes, en Lucas, y en los buenos amigos. Cuando vuelve a verse (intentaba nunca perderse de vista, para eso, no se miraba con los ojos sino desde adentro, desde la cuarta o quinta vertebra -“aquí estoy” decía sin pensar-“soy todo lo que se, y lo que aun no sé”-¿nos morimos acaso con secretos hasta de nosotros mismos?), cuando vuelve a verse, estaba des-nuda y fresca. Ahora era luz-oscuridad, parte de su casa. Vacío contenido de cucarachas suel-tas.

Cierto es que a ella no le faltaban abrazos últimamente: había aprendido a pedirlos. Pero al verse allí, parte del aire, silbido vulnerable y fuerte, decidió abrazarse. Sí, abrazarse a sí misma, hacerse un poco bollito, un poco pluma. Unas partes de su cuerpo estaban mas frías que otras (se maravilló: sudor evaporado que cumplió su función de refrescar a la piel-qué perfección el cuerpo, amó su cuerpo). Se gustó, se quiso mucho. Vio que le encantaba su pro-pia forma de abrazar. Abrazo amplio y cuidadoso, pero certero, hermanado. Vio que así era como abrazaba a menudo a sus seres queridos, por que así, en realidad, le gustaba a ella ser abrazada. ¿Los otros también gustarían de eso?

Cada quien abraza a su manera. Existen abrazos flacos… lejanos. Los hay amenos, como guiso de abuela o matecocido. A veces llegan abrazos de gigantes buenos, como también llega el conocido “abrazo del oso”. Hay abrazos-juego que dan cosquillas, y otros de fuego, quemando en chispas. Se quedó allí un buen rato, perdida en el confort de su propio abrazo. “Tengo que recomendarlo”, pensó. Aunque rápidamente desechó la idea: se reirían. “…sólo a algunos”, negoció. Para terminar el abrazo recorrió su propia columna, con las manos tibias: las vertebras, eran carozos. Corazones serios e inteligentes. Lo último que siempre hacía en los abrazos para otros era pasar la mano por la cabeza del abrazado, en gesto optimista y fugaz. Perdón que insista: gesto hermanado. Y así fue también esta vez.

La insurgencia de la ya concreta y casi plena oscuridad le recordó sus coordenadas. Había perdido y ganado muchas veces, como casi todos nosotros. Había apostado, luchado, y hasta se había cansado. Tenía referentes para decidir el camino, vivos y muertos (aunque al final-final, decidía sola). Antagonistas, también tenía.

“Soy”, dijo. Y entonces vio que su abrazo en verdad había sido grande, y eso sólo se debía un motivo: todos sus tótems de identidad, juntos, habían acudido a abrazarla haciéndo-se carne en sus hombros, uñas en sus dedos, pelos de los pies.

Todos juntos, hasta los muertos.
“Soy”, repitió. Tengo que recomendarlo.-

2 comentarios:

Mike dijo...

Hermoso ... e ideal para arrancar un día más de trabajo sabiendo que el próximo finde recibiré esos abrazos gordos como te gusta describir y a mí me gusta recibir de mi hija.

Somos lo que hacemos, más que lo que decimos ser.

Unknown dijo...

Qué lindo! Caí en la cuenta de la eternidad que hace que no me doy un buen abrazo! Pensaba en eso y se despertó mi bebé así que a él lo abracé mucho, muy fuerte, muy blando. Sentí casi que él me abrazaba a mi, sabiendo que un bebito de 9 meses no te abraza, sino más bien se dedica a gozar de los abrazos y tira el cuellito para atrás para atajar todos los besos y se queda quietito, no seas cosa que se termine eso lindo que le está pasando. Había una parte mia que me abrazaba a mi también de la manera más cálida y redonda. La manera mía, esta vez más cercana. Analía