Indescifrable

a falta de creatividad e internet en casa, comparto la 1er entrega de los esbozos de la MONOgrafía que te zafa del final de Educación II... quizás también esbozos del proyecto blog-de-viajes que tenemos con chamorrito...

Indescifrable, esa era la palabra. Demasiados elementos del orden de las ideas y del sentido común colombiano sabían diferentes, muy lejos de mis referencias, a una distancia casi insalvable. No lograba (ni logro aún) saber completamente de qué se trata. Evidencias materiales, sensaciones y pretendidas conclusiones, labraba y a veces comentaba: la informalidad de la economía y su implicancia en la construcción de los vínculos sociales, el racismo -a veces regionalista- que no devuelve una, sino muchas naciones dentro de una misma. Dios y la Guerra como factores de lo común, lo compartido. ¿Será eso lo homogenizante?, me pregunté varias veces. Lo de dios es tajante: es ofensa no creer (luego de haber ofendido algunos, opté por no declarar cosa alguna respecto de mi fe). Lo de la guerra me lo aclaró muy pronto un caleño, y me gustó como guía: me entusiasmó buscar en sus palabras e ideas, en sus reacciones y actitudes, en las referencias sociales vigentes y en el orden de lo socio-económico, los vestigios de una guerra constante entre la guerrilla, el Estado y los paramilitares. La noción de Estado que poseo, aquella que es fundante de la Modernidad, era insuficiente para pensar y problematizar el tema, no cuajaba.

El uso del monopolio de la fuerza desde el Estado cobra visibilidad destacada: la presencia policial y militar trazaba en el paisaje una institucionalidad notable: rondines constantes, variados y modernos medios de transporte, requisas urbanas y ruteras. Sin embargo, Manuel -del Escuadrón de Moderación, regresando a su ciudad luego de un desalojo- me sorprendió contándome que las fuerzas militares no votaban en los comicios electorales; el argumento, la proliferación creciente de policías y militares daba como resultado posibles hechos de corrupción o demagogia corporativa. Fue preciso repreguntarme entonces acerca de la institucionalidad de dichas fuerzas policiales y militares. Retomando la necesidad de parámetros diferentes para entender la presencia y el desarrollo estatal, en términos de pensar la posibilidad de una institucionalidad diferente: el lugar de ciudadano, con todo lo que conlleva, era negado a quienes formalmente son capacitados y contratados por el Estado para ejercer el monopolio de a fuerza. ¿Y los paramilitares? Había silencio al respecto, una suerte de secreto a voces, que fue tomando forma. Intentando contratar una moto-taxi en una pequeña localidad camino a la Guajira, recibí una negativa: después de 19:30 las motos no andan por que “les da miedo la oscuridad”. Resultaba extraño pensar que lugareños de entre 25 y 30 años sufrían de temor a la oscuridad. Después comprendimos: a partir de 19:30 sólo andan en moto los paramilitares. La Ley escrita y el derecho (a la circulación, en este caso) abandonan la esfera de lo formal para refugiarse en acuerdos colectivos, tácitos y altamente acatados por toda la sociedad: efectivamente, había pocas motos en Palomino luego de las 19:30.

La sociedad, el pueblo, en apariencia “despolitizado”, se muestra atravesado por quiebres internos, como el racismo, o la grieta de miseria frente a la opulencia. No obstante, los vínculos más llanos, en su dimensión micro, en las clases populares, devolvían una referencia clara de solidaridad, de la capacidad de compartir o de acudir a quien lo necesite, pero que sólo llegaba después de superada cierta desconfianza reinante. El alcance y desarrollo de la acción delas ONGs y las Fundaciones Internacionales y Locales, por su parte, sumaban aún más complejidad al, en términos gramscianos, posiblemente “gelatinoso” mapa de la “sociedad civil” colombiana. Formas de “organización” muy distantes de las que conozco eran las que ocupaban el lugar del ejercicio de la ciudadanía, en términos de conquista de derechos mediante el reclamo, la lucha y la conquista. Y es que dicha noción tiene como referencia de fondo al Estado, y ahí hay una clave. ¿Qué pasa cuándo esa referencia no es tal?, ¿Desde dónde se resiste, entonces, o se construyen alternativas de poder popular?, ¿Qué rol juega la guerrilla?, ¿Qué tan larga es la lista de huellas dolorosas del neoliberalismo?

Todas esas preguntas hubiesen, seguramente, sido olvidadas por falta de tiempo y sistematicidad. Iniciar la cursada de Educación II es gratificante (¿...? “nerd!”, grita la monada!), la elección del Bloque 1 del tercer dossier me ayuda a delimitar el tema: dentro del complejo y dinámico escenario político de las últimas décadas, que modifican de forma vertiginosa las diferentes aristas de la relación Estado- Sociedad Civil, resulta útil e interesante focalizar en la problemática educativa de los desplazados, la implicancia de este fenómeno en el Sistema Educativo y el rol de las Fundaciones en dicho contexto. ¿Cómo concebir la instrucción pública y su articulación como derecho social, en el marco de un desarrollo tardío, conflictivo y complejo del Estado?

En primer lugar, resulta interesante –a modo de diagnóstico inicial- investigar y conocer acerca de la magnitud de los movimientos de desplazamiento por el conflicto armado y las diversas respuestas que desde la “sociedad civil” se articularon, como así también los alcances concretos de las mismas en terreno. De la mano con esto, sería importante conocer la situación actual del Sistema Escolar, las acciones que el Estado sí desarrolla (parece que en este sentido el gobierno de Uribe merece especial atención), el desborde que aparentemente implica el recibimiento de poblaciones desplazadas, y los niveles y alcances de escolarización en una sociedad donde el trabajo infantil abunda. El artículo de Lina M. Saldarriaga, acercado por la cátedra, brinda cifras y perspectivas para seguir profundizando; las páginas web de Planes, Fundaciones y Proyectos, ya ofrecen unas primeras ideas. En segundo término, me interesa identificar y problematizar las nociones de: Estado,ciudadanía, educación, derecho y justicia, en los fundamentos de las respuestas comunitarias de la sociedad civil a la problemática mencionada, para ponerlas en interlocución con la cuestión más arriba planteada respecto de los alcances del neoliberalismo. Es decir, me pregunto si las respuestas de la sociedad civil frente a la problemática en cuestión (o a cualquier otra), están tan impregnadas de la matriz de pensamiento/acción neoliberal, como para limitar desde su nacimiento la potencial construcción de espacios de resistencia, cuestionamiento y construcción de alternatividad, o –por el contrario- es justamente en estas iniciativas que pueden gestarse, de una u otra manera, espacios alternativos.