Taba Isîrîrî


Soy ya fantasma de hierro
harta de pisar cemento
Miro bebo lloro y pienso
moda y guita puro cuento

Mata el gusto por lo exótico
las gotitas de la vida
Un indio es un hombre solo
un blanco, otro. Distinto

Boca, ojos, pelo, ombligo,
vientre tan temprano y lleno
La tierra crece de prepo,
la flor le vuela el vestido

Cuando corren para abajo
colorados los gurises,
canta al viento algún facazo
la maldición del berrinche

La sangre, que también es roja,
tiñe más caliente al sol
Maldito gusto de especie,
con las clases aparecerse

Confundo, para no olvidar
blanca bolsa y mariposa
Confundo, para no borrar
gente con gente nomás



Mártires
1. Persona que padece grandes afanes y trabajos.
2. Pequeñísima localidad misionera.

Polizonte en el lado oscuro de la sombra


El pecho es un nido de preguntas
los párpados, ríos.

¿Qué más que sentarse a escribir?
¿Qué más?

Quizás la ola más fuerte
de algún mar furioso y sano
podrá arrancarte la promesa
que leo en tus ventanas de muerte

Quizás podré llevarte, de plena sombra,
al otro lado del mundo.
Cuba.
Rusia.

Y las moscas que en el parto nos mambiaron
huirían con las gotas
con la espuma
de cada una de esas olas

¿Qué más que sentarse a escribir?
¿Qué más?

Son las escalas las que nos giran
aún vivos
son remolinos del agua blanda
los que se llevan el tedio

Y mis músculos, bondades
con ganas de andar viviendo
Las letras azules, ritos
de algún bendito terreno
(en ese lugar del mundo al que todavía no llego)

¿Qué más que sentarse a escribir?
¿Qué más?

Si ya
de todo nos hemos dicho
ante a las estrofas del mar.
Testigo y juez de un silencio ruidoso.

¿Qué más que sentarse a escribir?
¿Qué más?

Espere; imagine que, de golpe,
la vida se para de guantes
y tiene la fuerza de Sacco,
de Miguel y de Nacho,
de Mayra y Tilín

Y todos -bien alimentados-
fajan, saltan y asaltan
las barreras
de las virtudes

Y nosotras los seguimos.
De repente volvemos a creer,
los ojos nos brotan ávidos
por las yemas de los dedos

Todo crece: piel y pelo
plantas, Hijos, perros.

Sí.

Si total aquí no falta casi nada:
Hay cielo y es amplio, austral,
tierno y celeste.
Hay mar además.
Testigo implacable



No
Es que son cepos
los veinticinco mundos
que rondan en cada ocaso
las pupilas de mi naturaleza.


¿Qué más que sentarse a escribir?
¿Qué más?